El alpinista. El inmortal. El prófugo. Víctor Montoya

El alpinista

Alcanzó la cima más elevada de la montaña. Miró el vacío que se abría a sus pies y se lanzó en honor a su hazaña. El eco de su grito rodó entre las peñas y su cuerpo, precipitándose como una piedra, se fue achicando, achicando y achicando. Se hizo un puntito negro y luego nada.





El inmortal


Cada vez que atenté contra su vida, se salvó de la muerte. Por eso, decidido a poner fin a mi pesadilla y acabar con él de la manera más rápida y efectiva, me armé de una pistola de caño corto, lo abordé en la calle, le apunté en la cabeza y le disparé un tiro a bocajarro. Él me miró tranquilo, abrió la boca y escupió la bala.


El prófugo


–¡Alto!

El prófugo siguió corriendo.

¡Pum!...

El prófugo cayó de bruces.

La sangre siguió corriendo.

3 comentarios:

Anónimo | 16 de abril de 2010, 7:00

Tres joyitas fabulosas. Felicidades!

Anónimo | 16 de abril de 2010, 8:18

Tres joyitas fabulosas. Felicidades!

Anónimo | 20 de abril de 2010, 4:20

¡Buenísimo! No lo conocía a este autor. Buscaré más cosas suyas en la Red.
Saludos desde Salamanca. Carmen.

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