La búsqueda del verbo áureo: acerca de la ficción breve de José Donayre Hoefken. Christian Elguera Olórtegui

En cierta oportunidad, Harry Beleván, hablando sobre el microrrelato en el Perú, reconocía la nula atención que este merecía por parte de la crítica “especializada” como modalidad expresiva, singular y autónoma, dentro de la narrativa nacional. En los últimos años el panorama no ha variado mucho; si bien cierta proliferación del género expresa fecundidad, todavía se carece de una teoría o tan siquiera de una línea historiográfica. Hallamos así contados intentos por trazar una tradición como las antologías Giovanna Minardi (Breves, Brevísimos. Antología de la minificción peruana), Ricardo Sumalavia (Colección minúscula. Cinco espacios para la ficción breve). De dichos trabajos advertimos una prolífica escritura breve, mas una endeble recepción crítica. Tenemos así una serie de obras y autores que deberían ser debidamente investigados: Valdelomar y sus Neuronas, Aforísticas de Antenor Orrego, Memoranda de Manuel González Prada, El libro de las parábolas de Alberto Guillen, el Vallejo de Contra el secreto profesional, Enrique López Albújar y sus Calderonadas; la generación del 50 que, acorde con sus intereses de renovación y exploración de la prosa, así como por la influencia de Cuentos brevísimos y extraordinarios de Borges y Bioy, dio mayor cultivo a esta modalidad , destacando así: El avaro de Luis Loayza, Un cuarto de conversación de Manuel Mejía Varela, Los dichos de Luder y Prosas apátridas de Julio Ramón Ribeyro, Sinlogismos de Sofocleto (Luis Felipe Angell), las diversas publicaciones en periódicos y revista de Luis León Herrera y José Durand, Felipe Buendía y Manuel Velásquez, y recientemente Cuentos Brevísimos de Carlos E. Zavaleta. Igualmente tenemos Monólogo desde las tinieblas de Antonio Gálvez Ronceros, Alforja de ciego de Jorge Díaz Herrera, Cuentos sociales de ciencia ficción de Juan Rivera Saavedra durante los 60. Por su parte, destacan los nombres de Ricardo Sumlavia, Fernando Iwasaki, Isaac Goldemberg, Lucho Zúñiga y Daniel Salvo, entre los principales autores contemporáneos
A esta tradición hemos de inscribir Horno de reverbero de José Donayre Hoefken (Mundo Ajeno Editores, 2007), mandala textual de reflexión erudita, ensayos y/o aforismos, acordes con un estilo ya característico del autor –barroco, poético, onírico, que le ha hecho incomprensible para muchos– manifiesto desde su ópera prima La fabulosa máquina del sueño (Mercado Consultora Publicaciones, 1999) y su cuentario Entre dos eclipses (edición del autor 2001 y 2007). El conjunto que conforma Horno de reverbero responde a una lógica que permite un corpus organizado: la lógica de la ficción en transmutación con la realidad, ficción que creando mundos posibles la percibe ampliamente, la denuncia y aturde. La ficción de Donayre se convierte así en una apertura hacia la diversidad, pero una diversidad que planea ser el espejo de nuestra oscuridad, a la manera de un Lautréamont, un Adamov; consolida, además, la visión del juego, el talante subversivo y el esteticismo.

Horno de Reverbero presenta tres características plausibles: a.-) la prosa esteticista, b.-) la reflexión existencial que coloca al autor en las líneas del Loayza de El avaro, el Borges de los ensayos breves, el Niezstche y el Kafka de los aforismos, y c.-) un desideratum alquímico del texto, englobador de las anteriores y que llevará al autor a dilucidar sobre la concepción de la obra literaria, sea como en “[51] Ataraxia”, un muro en blanco, epifanía del reencuentro del hombre consigo mismo donde “para el ser sereno es irrefrenable gritar textualmente con pinturas extravagantes sus delirios ultramundanos” (75); como un relato “(…) lineal, directo, descarnado” (68) en “[46] Anafrodisia”; un titubeo como en “[66] Anagoge”, “(…) en el límite de lo permanente y lo efímero” (95). Este criterio elimina cualquier juicio acerca de HR como una obra pesimista, pues lo que justamente busca es abrir nuevas perspectivas que permitan pensar lúcidamente la realidad, en su unificación con la ficción, en la correspondencia de lo divino con lo humano, en su carácter plural, esto es, conocerla despojada de burdas apariencias y dicotomías, a fin de trascenderla. Estas características convierten a Donayre Hoefken en una pieza clave de la literatura peruana contemporánea, lamentablemente aún incomprendida. Su prosa, escrita con precisión y belleza poéticas, bajo un ritmo excepcional y desacostumbrado en nuestras letras (manifestar algo volviéndose contra su materia prima, a fin de emerger sus potencialidades y purificarlo a la usanza de los alquimistas fusionando los metales en un horno de reverbero), nos transmite con su imaginación el contagio de todo buen libro: la ventofilia hacia la vida, la energía para sacudir, para atacar a la conciencia pública, al mundo endurecido, helado, esquematizado.

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Ars Brevis (Mesa Redonda, 2008) nos invita a exceder la fría e incolora verdad, toda superficie. La lectura del texto significa así una exploración por las ventosidades humanas: regiones, sórdidas, misteriosas, mundanas, material del cual Donayre extrae una escritura áurea. Esta perspectiva no trata de incidir en escenarios extraordinarios, sino presentar una nueva mirada de la realidad nuestra, mirada aguda y ficcional, en la cual se desarrollan cada uno de los textos a través de temas fantásticos, eróticos y existenciales. Pero, sobretodo Donayre, con AR, no sólo nos ofrece un libro de ficción breve más, sino que establece una poética de la brevedad, empresa que también llevaría a cabo en Plesiosaurio. Primera revista de ficción breve peruana con el texto “Tractatus sobre la brevedad”.

El texto de Ars Brevis que, a nuestra consideración, esboza de manera coherente el hacer de la escritura breve lo encontramos en “Arte breve” –por cierto, el último de la colección– donde la brevedad es relacionada con el silencio y la oscuridad: “… el silencio y la oscuridad que sobreviene naturalmente al arte breve” (p. 106). Esta relación destaca el hermetismo y los vacíos que fecundan la significación de la ficción breve, así como su carácter de pliegue entre el decir y el no decir, entre la vida y la muerte. La circunstancia se complejiza cuando la brevedad es relacionada con el instante de la revelación, se trata de un período reducido y no obstante, denso y complejo, así se nos dirá: “aquella oportunidad perentoria que da la vida como homenaje a sí misma en su momento extremo e improrrogable, a poco de trasponer la frontera de su inquietante término” (p. 106).

Asimismo, en este texto Donayre nos ofrece su concepción sobre la escritura al ofrecernos una lectura alternativa de un pasaje de la vida de Ramón Lull. Este, a través de sus diversas Ars, y específicamente, en este caso, su Ars Brevis, trabajó en la búsqueda de la veracidad; no obstante, Donayre nos lo presenta consciente de su error, el cual desea corregir al construir una máquina más, “una mejor: una que, lejos de manipular la verdad, iba a mostrar a esta como un colorido vitral en movimiento”. Destáquese así que la presencia de Lulio, la cual es el leiv motiv del presente libro no se debe nuestra a la similitud de títulos (pues Lulio escribo también un Ars Brevis), tampoco al vinculo alquímico (tema que como vimos en Horno de Reverbero resulta esencial para la comprensión de nuestro autor), sino al carácter de respuesta que el Ars de Donayre manifiesta frente Ars de Lulio, establecida a partir de una afirmación de la vida que se desarrolla en diversas variantes: lo fantástico, lo mundano, la ficción ante la verdad, esto es, lo que constituye ese colorido vitral en movimiento del texto, y lo que Donayre ha trabajado a lo largo de Ars Brevis: la presentación de un mosaico de personajes y situaciones heterogéneas entre sí, un dinamismo. Se trata así de una afirmación de la vitalidad, de la mundaneidad, pero también de una conciencia de nuestra tragedia existencial, de nuestro exilio terrenal.

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Consolidando su escritura por la senda de la brevedad, con verbo puntual y hermético, José Donayre nos ha ofrecido recientemente haruiko & ginebra, novela brevísima en doce partes (edición del autor, 2008; Muro de Carne, 2009), libro presentando en la Feria Internacional del Libro de Lima (Perú, 2009). En ella logra el autor, a través de los segmentos que integran el conjunto, la hondura y enredadera de cualquier novela amplia. De esta manera asistimos a un dominio de la concisión, capaz de abandonar las estampas o tono reflexivo por un tejido argumental que nos traslada a las peripecias del amor: el reconocimiento, las diferencias, las dudas, los conflictos.

La novela dentro de la carrera de Donayre aparece con notoria preeminencia ya que en ella ya no nos enfrentamos a la estructura laberíntica y espíritu surrealista de La fabulosa máquina del sueño, o al estilo imbrincado y barroco de Horno de reverbero. Ahora, esto tampoco nos ubica en la sencillez formal, en el carácter mimético y ordenado de La trama de las moiras, sino que Donayre sigue manteniendo aquí, fiel a su estilo, la tendencia hermética, ofreciéndonos la misma densidad y oscuridad de la significación textual, pero con una particularidad destacable: la formalización de la expresión a través de un verbo límpido y desnudo, templado; la experimentación con el lenguaje, haciéndolo producir ventosidades con una forma diáfana, a la manera de un Guillén. Apreciemos lo dicho en el siguiente capítulo:


MÚSICA INCIDENTAL

haruhiko dobla tres veces el papel. en su mensaje diferencia la sutil frontera entre placer y gozo, la deleznable relación de implicancia entre sumisión y sometimiento.

ginebra tuvo la certeza de que haruhiko se ha entregado, por fin, al ejercicio de describirla, al artificio o rapto de hallar los epítetos necesarios y suficientes para capturarla.

en el papel, haruhiko consigue lo que muchos especialistas en tejer historias no logran durante años. se trata de siete frases. apenas dos párrafos. treinta y dos palabras sobre un papel doblado tres veces. apenas un asomo de verdad que establece la distancia, efecto y diferencia entre un hombre que ama y una mujer poseída por la idea del amor.


Como hemos podido apreciar para Donayre cada elemento del texto responde, a la usanza de Poe a una exacta necesidad de composición. Destacamos en tal medida el subtítulo, “novela brevísima en doce partes”. Ante juicios que podrían considerar dicha aclaración como un banal antojo, sostenemos que con ella retoma el autor la condición lúdica de la ficción con la que ya había descollado en Horno de revebero. Se trata así de una provocación a las pretensiones de las “clasificaciones” de la obra, que la tratan como un armatoste al que se ha de colocar un código de barras. En tal sentido haruiko & ginebra se convierte en una oxigenación y crítica a dicho lastre, otorgándole a la obra el rango de autonomía y libertad que le son intrínsecos. Por tal motivo, así como con el arcaísmo y el neologismo que renueva el léxico, ahora Donayre insta a una acuciosidad investiga, a un replanteamiento de las categorías literarias, sumando al problema teórico del microrrelato una original propuesta: “la novela brevísima”.

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