Las mariposas de Alix


Alix Rosales- Fazio (San Carlos del Zulia, 1968), narradora, Licenciada en Letras y Licenciada en Educación (Mérida, Universidad de Los Andes). Ha realizado seminarios de Postgrado. Maestría en la Universidad Fermín Toro en Educación Superior. Se ha desempeñado como profesora de la Universidad Experimental Sur del Lago UNESUR (1994-2001), en la Universidad Pedagogica Libertador UPEL(2001) (Venezuela). Actualmente, vive en Catania (Italia) donde es Profesora Madre Lingua Spagnolo, Lettrice e Traduttrice. Tiene algunos libros inéditos de relatos breves: El perchero, AldeAdentro e Home history (Historias cotidianas) y uno de minicuentos: Mariposas en vuelo.



Una Taza

Como siempre, entraste en la cafetería y ordenaste el café mañanero. Yo te vestí con mis pupilas desde mi mesa, pero tu no volviste la mirada. Bebías con inmenso placer cada sorbo hasta que apoyaste la taza, dejaste el dinero y te fuiste. Salté de mi silla y cogí la taza— luego de una disputa con el camarero que pensaba que iba a robar el dinero— y salí corriendo.
Tu no me dedicas ni siquiera una mirada. Ya no importa, conservo la taza robada, y cuando llego a casa por las noches, antes de ir a dormir, la sumerjo en el agua para tener todos tus besos flotando, ¡para mi no más!


El Caminante

Caminaba por una calle, subitamente sentí algo sobre el ala de mi sombrero. Me detuve para verme en los vidrios de un automóvil estacionado a la orilla de la acera ¡Increíble, un pájaro en mi sombrero! Observando la minúscula ave no soporté la tentación, y lentamente, subí una mano para atraparla, pero mi mano encontró el vacío. Decidí pensar que fue la imaginación, me di media vuelta y proseguí mi camino, volando.


Cacería

Todas las noches al aproximarse la hora de dormir preparaba lo necesario para su cometido: tomaba una caja de cartón resistente y la colocaba al lado de su cama, apagaba la luz y acostado se decía optimista:
—¡ Esta noche lo lograré..!
Y se quedaba dormido profundamente, sin escenas que lo despertaran sudoroso y espantado, en huída. Otras veces, en cambio, pasaba la noche en vela anhelando conciliar el sueño. Entre desvelos, letargos y pesadillas trancurrían sus noches sin lograr la misión que se había propuesto. Al final, hastiado, tiró aquella estúpida caja por el balcón; pues comprendió que los sueños y sus monstruos no pueden ser prisioneros.


El Método Eureka

Me habían dicho que: «es algo que no puede ser». Pero, yo me empeñé en encontrar un método para atrapar los recuerdos tristes.
Hace unos días los metí dentro de una botella y la cubrí con una media de seda negra para que se opacaran sus reflejos a través del cristal, igualmente mis sufrimientos serían algo invisible. Sin embargo, ellos son pérfidos, encontraron un modo para atormentarme. Me asedian con sus voces en silencio. Entonces, tomo mis precauciones, cada vez que ocurre esto, agarro una cuchara y golpeo insistentemente la botella, el sonido los mortifica y los ensordece hasta que se callan, luego, yo puedo vivir sin verlos y dormir tranquila sin escucharlos.

1 comentarios:

La linterna literaria | 17 de noviembre de 2010, 9:54

¡Sencillamente genial! La brevedad de estos cuentos les otorga una belleza expresiva única.

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