Ficticianos en Ficción Mínima






Bernardo Ferrer Vich
Nació en una roca en medio del mar y allí sigue sentado, con los pies en el agua y la cabeza —dicen— en las nubes. Quizá por eso, aunque estudió para enseñar, hace malabares con aviones de papel y escribe porque sí.

De vuelta
Dominado por su adicción al riesgo y una desmedida fobia al deber, buscaba sin pausa nuevas amantes para engañar a sus últimas conquistas. Anoche, haciendo gala de un supremo refinamiento, decidió traicionar a todas seduciendo a su propia esposa.

Mimesis
Raúl es uno de esos espectadores que al salir del cine imitan a los personajes de la pantalla. Si la película trata de artes marciales, allá va él propinando patadas giratorias a las farolas. Si del Oeste, sale con un andar ahorquillado y la mirada torva. Viste traje y corbata para todas las de gánsteres, pero no ve las de James Bond por lo costoso que resulta alquilar un esmoquin.
El domingo pasado, finalizada la proyección de “La noche de los muertos vivientes”, fue tiroteado en plena calle por un héroe que pasaba por ahí.

Vida cuché
Ahora entiendo, amada mía, las nadas que separaban nuestras experiencias vitales, los racimos de palabras sobre mi cabeza o que nunca te hiciera el amor más allá del primer beso apasionado. Esta súbita revelación de mi auténtica naturaleza no me deja nada salvo el vértigo de contemplar, viñetas abajo, el previsible desenlace de nuestra fotonovela.

Dánae y la lluvia
Hace mucho que se deshizo de la reproducción barata del Klimt que tanto le gustaba. Que lluevan monedas o tarjetas VISA, se resigna Clara, mientras resbalan por sus mejillas gruesas lágrimas amarillas.

Atrapado
Su movilidad se limitó a unas pocas horas: el tiempo que tardó en secarse la pintura que lo formaba. Cuando el Sr. Munch regresó a su estudio, el hombre del puente chillaba una eterna agonía de colores.

Examen final
Miguel estaba seguro de no fracasar en esta última prueba: llevaba notas con esquemas en el dobladillo de los pantalones, diagramas pintados en los puños de su camisa y una grabadora con indicaciones en la chaqueta.
Sin embargo, todo se vino abajo cuando ella le gritó:
—¡Por Dios cariño, desnúdate ya y ven a la cama!

Odiosamente te amo
Que no, mi vida, que no quiero hacerme cargo del amargo letargo de nuestro amor. Intenso fue mi cariño: apenas te quise para no molestar. Pero tu presencia era tan ausente, que ni siquiera estoy seguro de que seas aquélla a quien amé.

Mutación hagiográfica
Viva imagen del autor por ser el protagonista de sus memorias, Facundo Alomar sentía crecer sus virtudes y esfumarse sus defectos en cada nueva revisión de la obra. La diferencia entre el personaje literario y el real —venerable prócer de la nación— llegó a ser tan grande que el primero decidió enmendarle la plana al segundo.
En la octava edición, cambió de partido causando enorme alboroto entre los lectores; en la undécima, empezó a sentir inclinaciones solidarias. Las cinco siguientes fueron un canto a la sencillez y a la filantropía.
Cuando se publicó la última enmienda, Don Facundo era ya un santón que jamás se había dedicado a la política.

Bella heredera
Él, un joven valor en alza. Ella, una niña rica, contoneándose de un lado a otro con esos movimientos tan bancarios.
Dicen que se casaron por interés, pero no concedamos crédito a tal rumor.

A quien madruga
Al alba, cuando fueron por él, ya se había levantado. A Dios lo despertaron los disparos.

4 comentarios:

Pedro Herrero | 22 de agosto de 2009, 5:31

Espléndida serie de relatos, de los cuales me cuesta elegir un favorito, ya que todos hacen gala de una elaboración escrupulosa. Me quedo con “Bella heredera” por su proximidad a mi lugar de trabajo, pero admiro el sentido del humor y la precisión con la que trabaja el autor. Mi enhorabuena.

Anónimo | 27 de agosto de 2009, 17:03

Siento una gran alegría por saber de nuevo de ti. Te felicito por tus relatos, porque me gusta mucho tu sutil sentido del humor y la precisión con que trabajas.
Un abrazo
Laurinha

Llandera | 9 de septiembre de 2009, 22:39
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Llandera | 9 de septiembre de 2009, 22:45

Gracias a Pedro Herrero y a Laura (un beso) por vuestros comentarios tan favorables. Aprovecho para agradecer a Alfonso Pedraza esta publicación y también para mandar un saludo afectuoso a todos los tripulantes de Ficticia.

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