Pequeños monstruos felices de José Gregorio Bello Porras


Ojos del corazón


Vio a su victimario con los ojos del corazón: dos heridas limpias, simétricas y almendradas hechas por el puñal agresor.

En el olvido


Vive en el lugar perfecto para componer canciones de despecho. Vive en el olvido. Allí no es molestado por nadie, ni siquiera por él mismo. Y no sufre, en absoluto, por el hecho de que sus obras sean desconocidas. O porque se haya despreocupado de escribirlas.

Tour del alma


Aferrado a la vida por su pasión de viajar, complica enormemente sus recorridos para que al final de sus días, al desandar sus pasos, como cree firmemente que hacen los agonizantes, pueda tener un tiempo extra de disfrute de este mundo.

Visión del delirium

La memoria de los elefantes blancos es nula. Está en blanco. Se termina no sabiendo quién los construye dejándolos así. Paralizados del pánico en una cristalería, ante la visión de un queso de porcelana donde se esconde un roedor. Tal vez así se extinguieron. Pero ellos no lo recuerdan. Y se vuelven conceptuales proyectos que aterrorizan a los embebidos en recuerdos.

Tanto Tacto

Candidato a la carrera diplomática, tentado por la concupiscencia de los sentidos y de la carne, optó por la medicina en el arrebato de una ilusión ginecológica. La fortuna lo condujo hasta una carnicería. Ganada en las cartas.

Sentencia breve

Para su beneficio, le impuso la sentencia más breve. El castigo de sólo un instante. La condena a muerte.

Pequeños monstruos felices
será publicado este año en Caracas

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