Ficticianos en Ficción Mínima:







Carlos De Bella (a. Sapo)


Nacido en Buenos Aires en la primera mitad del siglo pasado, escribe y lee hace muchos años, pues su padre le enseñó antes que comenzara el colegio.
Ha seleccionado para este joven Foro relatos inéditos; si alguno de ellos despierta algún fervor en el Lector, está invitado a encontrar más en Ficticia.com, o lo que es mejor, presentarse el día que ejerce allí como Tallerista y sufrir / gozar de sus opiniones.


Deseo cumplido
La madre primeriza se lamentaba de momento en momento.
— ¡Que el niño no me come nada!
Hasta que aquél, harto, le comió primero una teta luego la otra y así hasta no dejar migaja.

Saludo
Cuando llegó a la casa la cotorra solo pronunciaba una frase:
— ¡Hola puta! —
Hay que reconocer que él no le enseñó el improperio. La siguiente mañana al llegar su madre, fue recibida antes de su abrazo por el alarido aguardentoso y no solo una vez, sino tres consecutivas.
— ¡Hola puta, puta, puta!
Pasado el segundo de sorpresa, la señora soltó una carcajada tan estentórea que retumbaron los cristales. El ave se removió de placer en su trípode.
La frasecita era descerrajada a todo el que ingresara a la casa, sea conocido o no, mujer, varón o travesti. Bueno no a todos, los niños eran solamente mirados con esos grandes ojos y agitaba las plumas. Y esto siguió in crescendo.
La vida social del dueño no era intensa pero tampoco escasa. Así amigos, clientes, proveedores, conocidos y visitantes ocasionales eran recibidos con el epíteto.
Todo esto creo una innumerable cantidad de confusiones y algunos altercados. Él simplemente dejaba transcurrir la cosa y no tomaba partido por el ave, ni por nadie. Algunos, muy ofendidos, no regresaron nunca.
El problema serio apareció con una amante que pretendía ir a más en su vida. La relación con la emplumada empezó con humor, pero visto que no solo al entrar a la casa, sino algunas mañanas al salir del lecho compartido era abarajada con el infaltable saludo, comenzó a ponerse nerviosa. Hasta que tuvo la malhadada idea de plantear — Ella, o yo — y fue Ella.
Durante unos días la cotorra enmudeció. Él casi ni se dio cuenta pues tenía mucho trabajo. Esa noche antes de irse a dormir le acarició la cabeza y el ave se removió coqueta.
A la mañana siguiente rumbo al baño, giró la cabeza instintivamente hacia el patio y allí recibió el saludo matutino.
— ¡Hola guapo, guapo, guapo!

El acoso y las reglas literarias
— ¿Has tomado el anticonceptivo? — pregunta el Lobo.
Caperucita, mirándole fijamente contesta — La fábula indica que me comerás, no la alteres con confusos parónimos —
Él, avergonzado, se retira con la cola entre las patas.

Existencia virtual
— Abuelo ¿Qué es estar embarazado?
— ¡Niña! ¿Dónde has escuchado eso?
— Dime que es y te diré.
— ¡Ay! ¡Ay! Estos niños modernos ¿Has visto fotos de tu madre antes que tú nacieras que tenía una gran panza?
— Si.
— Bueno, tú estabas dentro y luego saliste, eso es estar embarazada.
— ¡Ah!
— Bien ¿Y?
— ¿Y cuando un hombre está embarazado?
— ¡¡¡Nunca!!! ¿De dónde lo has sacado?
— Del diario, allí lo dice.
— Niña, deja de leer esas cosas y ve a estudiar.
— Ella se aleja murmurando — ¡Pobre abuelo! además está en Internet con fotos, ya hay un hombre embarazado. Si Internet lo dice, existe —

1 comentarios:

krin | 1 de febrero de 2009, 12:45

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